Labios de durazno


He sido una mujer que ha besado sin necesitar el nombre de esos labios,
que puede dar la espalda e irse sin sentir, como una sociópata entrenada.
He quedado flechada más de una vez con el primer roce de unos dedos sobre mi cabello,
Y he llorado como una niña tirada en el piso,
arrojando mi sonrisa por meses al éter,
cuando él se ha ido.

No he querido beber la vida a tragos grandes,
Procuro siempre dosificarme la felicidad,
Aún soy una niña y escribo cartas de moribunda
Incoherente e intermitente musa de todos, de nadie.

Labios de durazno,
Mares ardientes con piel de agua,
donde alguna vez se perdieron marineros,
desfiles enteros de ellos caminando ciegamente hacia mí.
Yo, olas de inmensa explosividad y espuma blanca
Risas y delirios con voz de sirena
Manos pueriles que arrancan la vida de tanta pasión.

Esa fui yo,
Ahora no parece que existí,
Soy la anciana de mirada de cofre,
Con piel de madera
De la que no escurren de sus labios maldiciones.

Clavo la mirada en donde sea
y mi mente se pierde en pensamientos de sal.
Me duele todo, las raíces sobre todo,
el lunar de la abuela bajo mis labios,
la piel de mi madre, los rizos de mi padre,
la carga de mi nombre, el apellido, la sangre, el odio, el amor y los brazos.

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